Aunque ya no es necesario ser un experto para conducir un coche turboalimentado, lo cierto es que los motores con turbo todavía requieren cierta ‘técnica’ para mantenerse completamente sanos y no padecer averías por un uso inadecuado.
Si bien han evolucionado mucho tecnológicamente, hemos de ser conscientes de que no podemos tratar un motor con inducción forzada de igual forma que lo haríamos con un motor tradicional de aspiración natural.
Consejos para evitar averías en el turbo
Por eso, es importante tener en cuenta qué malos hábitos con el coche pueden producir averías en el turbo.
Arranca con calma y sin pisar el acelerador
Al arrancar siempre es recomendable esperar a que el motor coja algo de temperatura y que el turbo se lubrique bien. Tú deja que el aceite bañe todos los componentes, especialmente si el coche está frío.
No es necesario que arranques 10 minutos antes de iniciar la marcha, simplemente con dejarlo al ralentí mientras te acomodas, pones la radio o el navegador y te abrochas el cinturón de seguridad puede ser suficiente. Lo importante es que el sistema se lubrique y no se provoquen daños por rozamiento en zonas como el eje de la turbina.
Por otra parte, no es bueno pisar el acelerador para arrancar, lejos de lo que mucha gente cree. Con ello únicamente consigues someter a algunas partes del motor a un mayor esfuerzo y sin lubricación, especialmente, en el caso de los turbodiésel que cuentan con piezas más pesadas y la relación de compresión es mayor.
Lo que debes hacer es arrancar siempre con el embrague pisado para ahorrar trabajo al motor de arranque y sin acelerar, esperando a que el aceite alcance la temperatura de funcionamiento idónea y lubrique de forma homogénea las diversas partes móviles del motor.
No le exijas en frío
Antes de exigirle las máximas prestaciones a tu coche, deja que el motor alcance su temperatura de servicio (90-100ºC, es el intervalo más habitual). Para ello, lógicamente, los trayectos que realices han de ser medianamente largos.
Si le intentas sacar el máximo provecho al propulsor a bajas temperaturas, no solo estarás consumiendo mayor cantidad de carburante, sino que además el desgaste de las piezas es mayor, y el turbo es el elemento que más sufre en este caso al tener que soportar los gases de escape con temperaturas de hasta 1.000ºC.
Antes de apagar, deja que el turbo se enfríe
Cuando llegues a tu destino, si tienes un coche con turbo, es importante que dejes reposar el motor al ralentí durante unos segundos antes de apagarlo, especialmente, si has conducido de manera agresiva o durante un largo trayecto, ya que a altas revoluciones el turbo se calienta en mayor medida. Dejarlo reposar permitirá que la turbina baje de revoluciones y que esta pueda enfriarse y lubricarse correctamente.
El turbo cuenta con rodamientos para poder girar a altas velocidades que se lubrican con el propio aceite del motor. Por este motivo, si con el turbo muy caliente apagas el motor de golpe, este seguirá girando por la propia inercia pero sin lubricante, sufriendo con ello rozamientos que llevarán a un desgaste prematuro. Además, si quitas el contacto de golpe el aceite que queda en el interior del motor se carboniza por la alta temperatura de la turbina al detenerse la lubricación.
En resumen, si detenemos el motor la turbina dejará de recibir lubricación y se desgastará de forma prematura, pudiendo aparecer con el tiempo pérdidas de presión, silbidos, etc…
El motor, en su régimen de revoluciones óptimo
Una costumbre muy extendida es conducir siempre en la marcha más larga posible para ahorrar combustible pero solicitando grandes aceleraciones en momentos puntuales.
Sin embargo, este tipo de conducción afecta de manera especial a los propulsores turboalimentados, ya que provoca que el motor cree depósitos dentro del propulsor y cause averías porque los turbos no pueden alcanzar la presión de soplado que les hace funcionar de manera correcta.
Si exigimos mucho al motor desde un régimen muy bajo las piezas estarán sometidas a mucha carga y sufrirán en exceso por el sobreesfuerzo.En los motores turbodiésel, por ejemplo, esto puede llevar a saturar la válvula EGR, con su consiguiente costosa reparación.
Por otra parte, has de saber que las reducciones agresivas tampoco le sientan bien a los motores turbo, especialmente a los turbodiésel, que cuentan con piezas más pesadas. Y lo mismo ocurre al llevar el coche pasado de vueltas.
Realmente no tiene mucho sentido estirar un motor turbo más allá del régimen de potencia máxima, porque notarás que comienza a disminuir el empuje y lo único que estarás consiguiendo es aumentar el desgaste sin obtener mayores prestaciones.
Lleva tu coche en el régimen adecuado de revoluciones, si quieres aprovechar al máximo el potencial del turbo y aumentar su ciclo de vida.
El mantenimiento del coche, fundamental
El aceite es la sangre de tu motor. Es el componente que hace que el turbo y toda la mecánica funcionen de manera correcta. Por eso, es más que recomendable que no uses aceite de baja calidad ni permitas que pase mucho tiempo sin cambiarlo (siempre el recomendado por el fabricante).
En este sentido, y como consejo común para todos los motores, no únicamente los turbo, comprueba periódicamente el nivel de aceite. Puede que tu coche esté consumiendo más aceite del que debería y si te quedas sin lubricante el propulsor podría sufrir daños irreversibles (y caros).
Asimismo, presta atención al filtro del aceite, pues se encarga de evitar que las impurezas y residuos del aceite entren en la mecánica, por lo que no escatimes en gastos e intenta que también sea de calidad.
En definitiva, cumple a rajatabla con los períodos de revisión, ya que si los establece el fabricante en cada vehículo por algo será…