En España hay casi unos cien de estos radares en nuestras carreteras
En primer lugar, hay que decir que los radares de tramo no son propiamente radares. Al contrario que los radares tradicionales, estos no emiten señal alguna hacia nuestro coche, ni de radio ni señal láser. Los radares de tramo actúan midiendo la velocidad instantánea del vehículo.
Estos dispositivos se conforman por dos o más cámaras de visión artificial que están sincronizadas entre sí. Están situadas a cada extremo del tramo por el que miden la velocidad, ya sean túneles o zonas que la Dirección General de Tráfico (DGT) estipula que son peligrosas.
Infografía de un radar de tramo. Dirección General de Tráfico
Los tramos tienen una longitud de 3 a 5 kilómetros y calculan la velocidad media del vehículo desde que entra hasta que sale en el tramo. De hecho, su funcionamiento se basa en un sistema de reconocimiento de caracteres.
¿Cómo funcionan?
Vayamos por partes. La función de la primera cámara, iluminada por láser-leds, está en la entrada del tramo, y recoge los datos de la matrícula y hora de entrada del vehículo en el tramo. La otra u otras cámaras están en el otro extremo y se encuentra en sincronía con la primera mediante satélite o fibra óptica. Esta, vuelve a recoger las matrículas y la hora de salida y calcula el tiempo que ha tardado el coche en recorrer la distancia, y de ahí saca la velocidad media y dirá si has cometido o no una infracción.
Las multas pueden oscilar desde los 100 hasta los 600 euros y pueden conllevar la retirada de hasta seis puntos del carnet de conducir.
Además, la DGT también cuenta con radares llamados ‘antifrenazo’ que pueden cazar a aquellos conductores que frenan justo antes del radar y luego vuelven a acelerar. Para hacerlo, hay colocado otro radar muy seguido del primero, el cual detectará si el conductor ha vuelto a rebasar el límite de velocidad.