¿Te has dado cuenta de que los coches europeos han ido ganando kilitos en los últimos años? En medio siglo el peso de los coches más habituales en Europa ha aumentado un 57%. Y como muestra, tomemos como ejemplo el popular Volkswagen Golf: en 1974, cuando salió al mercado, pesaba 790 kilos y disponía de una potencia de 70 CV.
Hoy, su actual descendiente, la octava generación, en su versión básica (110 CV), pesa 1.265 kilos, 475 más. Una progresión espectacular que se ha dado en la mayoría de los modelos y en todas las categorías.
Este incremento se ha notado especialmente en los últimos 30 años. Así, en 1990, el peso medio de los turismos en Europa se situaba en 1.020 kilos. Pero dos décadas después, en 2010, la cifra subió hasta los 1.380.
La razón radica en un aumento generalizado de tamaño en todas las categorías, pero también por la incorporación de numerosos sistemas de seguridad que se han ido haciendo obligatorios por ley (ABS, ESP, airbags…). A ello, se suman unos equipamientos más sofisticados (climatización, aislamientos, multimedia, navegación…).
Por otro lado, y aunque no se constate a simple vista, también han contribuido las pruebas de choque EuroNcap, que han obligado a los fabricantes a reforzar las estructuras del chasis y los paneles de la carrocería con piezas protectoras de alta resistencia, que han añadido aún más peso al conjunto.
Y, por si fuera poco, la explosión del fenómeno SUV no ha parado de sumar kilos a los vehículos ya que se trata de carrocerías más grandes y que montan ruedas también muy grandes.
La electrificación ha añadido kilos
Otro factor determinante ha sido el inicio de la electrificación en el automóvil, que ha vuelto a disparar los kilos de los coches. Así, los coches eléctricos son considerablemente más pesados a causa de sus grandes baterías.
En diez años, estos componentes han conseguido bajar su precio hasta un 90%, pero no han conseguido aligerarse, ya que de media pesan entre 250 y 300 kilos. Y, aunque los coches eléctricos requieran menos mecánica, el balance sigue siendo negativo.
No en vano, la masa de un mismo modelo puede experimentar importantes variaciones dependiendo de su mecánica. Por ejemplo, un Renault Mégane térmico de gasolina pesa 1.306 kilos, mientras que la versión 100% eléctrica sube a 1.590 con la batería pequeña (300 km de autonomía) y llega hasta 1.710 con la de mayor capacidad (450 km), una diferencia de 404 kilos.
Por su parte, las soluciones híbridas (microhíbridos MHEV, híbridos convencionales HEV e híbridos enchufables) también han contribuido a elevar el peso de los vehículos nuevos, porque necesitan más componentes que los coches convencionales.
Y también porque llevan pilas que lo incrementan, sobre todo en los enchufables, ya que son de alta capacidad para disponer de una autonomía eléctrica superior a los 40 kilómetros.
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