Mantener tu coche en buena forma es más fácil de lo que parece. No hace falta que acudas a soluciones milagro o realices carísimas inversiones. En muchas ocasiones, es solo cuestión de atención y de cuidado a la hora de hacer uso de tu vehículo.
También, por supuesto, es fundamental realizar un buen mantenimiento de tu vehículo, revisándolo periódicamente y sometiéndolo, al menos, a las revisiones establecidas por su fabricante.
Y es que evitar averías en tu coche debería ser sencillo. Por lo menos, evitar aquellos problemas más habituales donde el uso, el mantenimiento y la conducción tienen mucho que ver.
Las averías más comunes de los coches diésel
En este sentido, vamos a repasar las cuatro averías más habituales en los coches diésel (los aún mayoritaros en el parque automovilístico español) y cómo podemos evitar que aparezcan.
Inyectores
Los inyectores sucios es un problema habitual en coches con cierto kilometraje y que provoca una mala combustión con aumento del consumo y generación de humo negro. Este tipo de averías se producen por la acumulación de residuos en los orificios de los inyectores, una situación que se provoca por la mala combustión del gasóleo.
Esta se puede dar por un trabajo continuado a baja temperatura de servicio, conducción a muy bajo régimen de forma continuada, baja calidad del gasóleo o presencia de suciedad y/o aceite en la cámara de combustión por una mala filtración o fuga.
Para prevenir esta avería es necesario cuidar el mantenimiento de nuestro vehículo, vigilar el estado de los filtros y el nivel de lubricante, así como estar atentos al humo que emana del escape. La presencia de humo negro es síntoma inequívoco de una mala combustión.
Válvula EGR
El sistema de recirculación de gases de escape suele convertirse en un problema con el paso de los kilómetros y especialmente si el uso habitual es la ciudad. Dado que su trabajo consiste en reintroducir gases del escape en las cámaras de combustión en situaciones como ralentí o cargas bajas del motor, este sistema suele ser objeto de excesiva acumulación de depósitos y agarrotamiento.
Al producirse esta situación la válvula EGR se queda abierta e introduce gases de escape de forma continua, lo que provoca una pérdida de rendimiento y una combustión poco eficiente. Aunque la tarea de mantenimiento ideal es desmontar y limpiar la EGR cada cierto tiempo, prevenir sus averías es tan sencillo como hacer un uso equilibrado del vehículo.
En este sentido, si nuestro escenario de conducción habitual es la ciudad y los atascos, es más que recomendable realizar cada 800-1000 km esta operación: salir a autovía o autopista y conducir al menos 20 minutos a 100 km/h con la tercera marcha engranada. Esta operación ayudará a eliminar parte de esa suciedad acumulada en el sistema.
Para los que buscan soluciones más radicales, recuerda que la anulación de la EGR está prohibida y que la ITV persigue la manipulación de los sistemas anticontaminación a través de los nuevos análisis a través de OBD.
FAP, filtro antipartículas
Dado su diseño y propósito suele ser un importante foco de averías por acumulación de partículas sin incinerar. Las averías de estos dispositivos comienzan con la necesidad de incinerar las partículas que en él se acumulan cada cierto tiempo, proceso que, de no realizarse correctamente, termina por dejar inservible el FAP en los peores casos.
Los coches diésel con FAP necesitan de periodos de regeneración, donde el motor altera su comportamiento para aumentar la temperatura de los gases de escape y así incinerar las partículas acumuladas en el filtro.
Para prevenir averías en el filtro FAP solo debemos respetar estos periodos de regeneración, dejando funcionar el vehículo hasta que se complete el proceso. Además, al igual que sucede con la EGR, para ayudar a su buen estado de forma es importante no abusar de la conducción urbana, pues el mejor mantenimiento de estos sistemas se realiza a régimen constante (entre 2.000 y 3.000 rpm) y durante un trayecto que supere los 15 minutos (lo que comentábamos más arriba).
El turbo
El turbocompresor es un elemento vital de cualquier motor diésel moderno. Sus fallos habituales se suelen dar bien por el desgaste del eje de la turbina que permite el paso de aceite hacia el interior, bien por la acumulación de depósitos en la turbina del escape que terminan por atascar la geometría del turbo si es que el turbo cuenta con diseño de geometría variable.
Para prevenir el desgaste prematuro del turbocompresor y sus partes móviles lo mejor que podemos hacer es respetar la temperatura de servicio del motor, no exigir potencia hasta que el motor no esté caliente y dejarlo reposar tras cada trayecto, y vigilar el mantenimiento.
Los primeros síntomas de esta avería son el consumo de aceite y la generación de humo blanco azulado en el escape. En los peores casos donde el desgaste es muy importante, el paso de aceite al turbocompresor puede llegar a producir la temida retroalimentanción.
Para evitar el atasco o agarrotamiento de los álabes del turbocompresor con geometría variable lo mejor es evitar la conducción sostenida a muy bajas vueltas. Una vez más la conducción urbana es el peor enemigo del motor diésel, haciendo obligado el sacar a autovía nuestro coche diésel para que trabaje en regímenes más adecuados y así pueda eliminar los depósitos y hacer trabajar a la geometría cuanto sea necesario.
Los síntomas de esta avería son claros, haciendo que el comportamiento del motor se vea alterado con una falta de potencia en determinadas zonas del cuentarrevoluciones.