En el momento de ponerte frente al volante, tus capacidades deben estar al completo. Y es que la acción de conducir requiere que todos tus sentidos estén centrados en ello. Y sí, todos los sentidos, pues aunque un 90% de la información que recibimos lo hace a través de lo que vemos, el resto tiene que ver con el oído, el tacto y el olfato.
Y todos ellos son muy importantes en tu conducción, aunque no lo creas. De hecho, el olfato nos puede resultar bastante útil a la hora de detectar una avería en nuestro coche. Al igual que si escuchamos un ruido extraño u olemos algo fuera de lo normal. Cada uno de estos casos nos puede indicar un síntoma posible para tener que reparar y con posibilidad de evitar daños mayores.
En su mayoría, los olores suelen ser desagradables y nos recuerdan a un huevo podrido, moho, gasolina… pero también puede ser etilenglicol, un olor a fragancia que nos puede confundir. Aunque debes saber que es un componente del líquido refrigerante que puede desencadenar en algo grave.
Qué averías puedes deducir por el olor
Olor a moho: está en relación con la humedad y deriva del aire acondicionado o del climatizador. Es decir, su causa principal viene por una obstrucción en el sistema de desagüe. Cualquier estación del año puede afectar a tu coche, pero es más propenso en otoño al caerse las hojas, las ramas… cuando llueve o si has comido y dejas restos de microorganismos y bacterias que se van acumulando en el interior del coche causando un olor espantoso. Este problema también puede sobrevenir si el evaporador pierde la capa de recubrimiento hidrófilo, que evita que se formen bacterias en el interior de la pieza.
Olor a huevo podrido: significa que hay un problema en el catalizador. Esta pieza, que contiene metales preciosos en su interior y se ha convertido en un accesorio muy codiciado por los ladrones, sufre con los años.. No en vano, tiene que soportar temperaturas superiores a los 600ºC que es la que provoca la oxidación y la capacidad de reducir los gases de escape.
Olor a alfombra quemada: normalmente tiene que ver con el embrague y su desgaste. De tal manera que el olor deriva del material que engancha al mismo embrague con el volante, ya que, si va a mucha velocidad, aumenta la temperatura y huele como a goma quemada. Es un olor también que podemos notar en los frenos cuando se sobrecalientan al no usarlos correctamente.
Olor a gasolina: cuando hueles a gasolina tiendes a pensar que es una fuga de carburante. Pero la realidad es que lo más posible es que se trate de una simple filtración del vapor que emana el combustible. Es muy probable que la tapa que da acceso al aforador, el indicador del nivel de combustible, que suele estar colocada bajo los asientos traseros o del maletero, se haya deteriorado y no ajuste bien. Al no quedar bien sellada, el aroma de la gasolina penetra al interior del coche.
Olor a aceite: cuesta percibirlo, pero si lo notas lo más probable es que se trate de un problema en la caja de cambios. Es ahí donde se utiliza un tipo de aceite con mayor grado de viscosidad que el del motor y tiene un olor mucho más intenso. Los aceites de motor no desprenden apenas aroma. Ahora bien, si dentro del habitáculo percibimos un olor a aceite quemado esto querrá decir que hay un problema en los segmentos o en la guía de válvulas y que se esté quemando aceite en la cámara de combustión.
Olor a caramelo: puede ser agradable (parecido al aroma de miel quemada), pero te indica que hay una fuga del líquido refrigerante. Eso olor lo produce el etilenglicol, un aditivo que se añade a los refrigerantes. A la hora de producirse una fuga, el líquido entra por el radiador de la calefacción por lo que notaremos un olor dulce en el habitáculo.