¿Cuándo hay que cambiar los amortiguadores? Todos los conductores deberíamos hacernos esta pregunta con más asiduidad. Probablemente, el cambio de amortiguadores es una de las operaciones de mantenimiento del coche que menos tenemos los conductores en nuestros pensamientos.
Sin embargo, deberías tenerla más en cuenta dada su importancia para el buen comportamiento del vehículo. No olvidemos que los amortiguadores son una parte fundamental de la suspensión y uno de los elementos claves, junto a los neumáticos, para la seguridad del vehículo.
¿Cuánto se comprimen los amortiguadores?
Aunque los neumáticos son el único elemento de nuestro vehículo que se mantiene en contacto con el asfalto, los amortiguadores trabajan conjuntamente con ellos para ofrecer una buena adherencia, lo que también influye en la estabilidad y frenada de nuestro coche.
Asimismo, soportan la carga del vehículo y absorben las irregulares del terreno, permitiendo un mayor confort a los ocupantes del vehículo.
De este modo, y dado que los amortiguadores trabajan sin descanso, un amortiguador se comprime entre 5.000 y 7.000 veces por minuto, unas 300.000 compresiones a la hora.
Es decir, en un viaje de cuatro horas, tendríamos 1.200.000 compresiones. Por tanto, estaríamos hablando de 420.000.000 de compresiones en unos cuatro años o 60.000 kilómetros.
Revísalos cada 20.000 kilómetros
Pero ¿y cuándo hay que cambiarlos? Como te habrás dado cuenta, al igual que los neumáticos, los amortiguadores no se sustituyen con los mismos kilómetros en todos los coches.
Ni siquiera durarán los mismos kilómetros en un mismo vehículo, pues están expuestos a multitud de factores que pueden variar (nuestro estilo de conducción, estado de las carreteras por las que circulemos…). No obstante, por regla general es aconsejable cambiarlos pasados cuatro años o los ya mecionados 60.000 km.
No obstante, conviene revisarlos cada 20.000 kilómetros y aprovechar, cuando lo hagamos en nuestro taller de confianza, para comprobar el estado del resto de componentes del sistema de suspensión.
En estas comprobaciones es fundamental asegurarnos de que no haya fugas de aceite y, en caso de que existan, hacer las reparaciones que correspondan o proceder directamente a cambiar los amortiguadores.
En zonas de montaña y en zonas de playa, por la sal, deberíamos tener especial cuidado con el óxido en el sistema de amortiguación. Y es que la sal puede acelerar el ritmo de desgaste.
Por otra parte, los vehículos que suelen rodar sobre todo por autopista puede que aguanten bastantes más kilómetros —siempre y cuando se practique una conducción no agresiva (sin frenazos y acelerones)— con los mismos amortiguadores que los vehículos que suelan rodar por pistas de tierra, por caminos y, en definitiva, pavimentos irregulares.
Del mismo modo, también se verán afectados por el peso con que solamos cargar nuestro coche o si solemos hacer uso de remolques o caravanas, por ejemplo.
Haz caso a las ‘señales’
En todo caso, prestar un poco de atención a las señales que nos envía nuestro coche puede ayudarnos a detectar fallos y evitar futuras averías. En el caso de los amortiguadores hay algunas pistas que nos están indicando que los amortiguadores comienzan a fallar.