En mayo de 2021, el comité de expertos sobre virus de la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió nombrar las variantes detectadas del coronavirus covid-19 con nombres de letras griegas para facilitar la comunicación sobre su expansión y, sobre todo, para evitar el estigma hacia los países donde se detectaban estas mutaciones.
Según esta lógica, la cepa detectada en Sudáfrica el pasado noviembre debía haberse llamado ‘nu’ o ‘xi’ al ser estas las siguientes letras disponibles en el alfabeto pandémico ¿Entonces por qué se acabó acuñando como ‘ómicron’?
Según aclaró la propia OMS, el Comité Internacional de Taxonomía de Virus (ICTV, por sus siglas en inglés) tomó la decisión de saltarse dos letras para nombrar a la variante preocupante B.1.1.529 por una cuestión meramente práctica. ‘Nu’ fue descartado por su parecido fonético con el ‘new’ inglés y ‘Xi’, por su parte, se saltó porque podría confundirse con un nombre chino muy común.
El Lancia Ómicron
Pues bien, antes de que la decimoquinta letra del alfabeto griego diera su nombre a la variante más contagiosa del covid-19 hasta el momento, también fue un vehículo de Lancia.
La centenaria marca de automóviles turinesa que aún pervive bajo el paraguas del Grupo Stellantis, ha tenido siempre especial predilección por las letras griegas para nombrar a sus modelos y así se han sucedido históricos vehículos como los lancia Alfa, Beta, Lambda, Kappa, Delta o Ypsilon.
En este sentido, remontándose a los años 20 del siglo pasado también aparece un Lancia llamado Ómicron, que poco tiene que ver con los modelos más recientes del fabricante italiano.
El Lancia Ómicron fue vehículo de transporte de pasajeros de 8,3 metros de largo (el modelo C), que tenía también una versión ‘L’ (de 9,5 metros) y que fue carrozado en los famosos talleres de los hermanos Macchi, en la localidad italiana de Varese.
El alto consumo, su talón de Aquiles
Lanzado en 1927, heredó una mecánica derivada de los ya famosos coches de carreras de la marca y la adoptó en forma de un imponente motor de gasolina con seis cilindros y siete litros de cubicaje.
Una elección que pocos años después se revelaría poco acertada pues registraba consumos muy elevados. Con la crisis del 1929, el precio de la gasolina se disparón de una manera tan prohibitiva que la hizo inviable para su uso en el transporte público.
Entonces, el autobús de pasajeros que realizaba habitualmente trayectos de línea por Roma y sus alrededores, tuvo que adoptar el gasóleo como combustible y cambió sus enormes motores de gasolina por unos entonces revolucionarios diésel de dos tiempos con dos cilindros y cuatro pistones patentados por el fabricante aeronáutico alemán Junkers.
Pero al poco tiempo se mostraron poco potentes para ascender por las colinas romanas con el Ómicron cargado de pasajeros y se volvieron a cambiar por otros similares pero esta vez con tres cilindros y mayor cubicaje.
El Lancia Ómicron tiene además un hito innovador en su poder, ya que fue uno de los primeros vehículos de Italia en ser adaptado para funcionar con gasógeno, un gas obtenido de la simple combustión del carbón o la madera.