Con la bajada de las temperaturas, el sistema de calefacción del coche se convierte en nuestro mejor aliado si tenemos que ponernos al volante. Y es que nos ayuda a desempañar los cristales; permite no ‘morir’ congelados, sobre todo, a primera hora de la mañana cuando vamos a trabajar, a clase o a llevar a los niños al cole; y para, en general, templar todo el habitáculo y poder prescindir del abrigo mientras conducimos (¿sabías que podrían multarte por llevarlo puesto?).
Sin embargo, cuando llega el frío este sistema dispara su utilización y, por tanto, corre más riesgos de averiarse, sobre todo, si no ha recibido el mantenimiento ni la atención necesarias ¿A quién no le ha sucedido que, una vez arrancado el coche y al intentar regular el termostato, la calefacción daba la sensación de no calentar?
¿Por qué no calienta la calefacción del coche?
Pues bien. Son varias las causas más probables de que el sistema de la calefacción funcione pero no caliente.
La primera es un fallo en el termostato del coche. El termostato es una válvula que controla el flujo de líquido refrigerante y si se queda abierta o cerrada impide que este llegue de manera correcta al circuito.
La segunda causa probable es que la bomba de agua eléctrica no bombee como es debido. En realidad, esta pieza es la bomba del líquido refrigerante por lo que si sufre algún fallo, este afectará al flujo de líquido refrigerante, incurriendo en la misma avería que en el caso anterior. Además, el motor correría peligro de sufrir daños graves.
Por último, la tercera causa puede estar en que algún manguito o alguna electroválvula taponados. Estas averías también están relacionadas con el circuito del líquido refrigerante por lo que, al final, el problema de que la calefacción no caliente siempre residirá en una complicación con la circulación del líquido anticongelante.
Consejos para usarla bien
Ten paciencia
Para utilizar de forma correcta la calefacción del coche hay que pensar en cómo funciona. Es decir, que para utilizar el calor generado por el propio motor de combustión, hay que esperar que el motor alcance la temperatura adecuada para que el aire salga caliente. Si se activa la calefacción antes de que ocurra esto, el aire que saldrá al habitáculo estará frío, ya que será el del exterior, que aunque pase por el motor, todavía no estará caliente.
Así que es importante poner en marcha el motor y esperar unos minutos para que se alcance la temperatura adecuada para calentar el habitáculo. De esa manera el aire que entra en el mismo ya sale caliente y ayuda a calentar bien el espacio.
No enciendas el aire acondicionado
Si lo que quieres es caldear y no enfriar el habitáculo, de nada sirve que aprietes el botón de A/C. El sistema de calefacción lo único que hace es coger el calor del motor y llevarlo hasta el interior del coche, por lo que lo único que vas a hacer es emplear más energía y por tanto consumir más combustible. Además, encender el aire acondicionado mientras empleas la calefacción puede causar una avería en el sistema.
Elige la salida hacia los pies
Un pequeño truco: para mejorar el uso de la calefacción, selecciona la salida del aire caliente en los pies. El aire caliente pesa menos que el aire frío, así que el aire caliente subirá y permitirá calentar el interior del coche de manera más uniforme. Si se lanza el aire hacia la parte superior, solo se calentará esta o al menos, tardará mucho más en calentarse en la zona inferior. Y sabemos que unos pies helados pueden resultar muy incómodos para conducir.
Evita que se empañen los cristales
Tambien hay que recordar que el aire caliente, si sale de repente, puede provocar que la temperatura interior suba excesivamente y se empañen los cristales (y en los casos más extremos, resquebrajarlos por la diferencia térmica). Si se gradúa la salida del aire caliente, se puede evitar esto, que es bastante peligroso.
Además, hay que tener en cuenta que una temperatura elevada puede causar sopor y esto también representa un riesgo para la conducción. Lo ideal es fijar la temperatura del sistema de climatización alrededor de los 22ºC tanto en invierno como en verano y dejar que el sistema actúe por sí mismo de modo gradual.
Nada de guantes ni abrigos
Conducir con gruesos guantes o abultados abrigos pude ser más perjudicial de lo que puede parecer. Los primeros no nos permitirán tener un buen tacto de la dirección ni de la palanca de cambios, lo que es crucial para una óptima conducción.
Mientras, llevar un abrigo muy voluminoso, además de recudir nuestra movilidad, hará que el cinturón no se pueda ajustar bien a nuestro cuerpo, pudiendo salir despedidos si tenemos un accidente. Por no decir que podrían llegar a multarnos si un agente considera que el abrigo afecta a nuestra movilidad (art. 18 del Reglamento General de Circulación).