Las bajas temperaturas del otoño y el invierno añaden un peligro más a la carretera. El hielo que se forma sobre el asfalto provoca que las ruedas de los vehículos deslicen y es la causa de muchos accidentes. Eso, por no hablar de la nieve, y los problemas que provoca en las calzadas y no sólo cuando pasan Barra o Filomena.
De este modo, y para prevenir o atenuar su incidencia en el tráfico, los camiones de mantenimiento de las distintas administraciones y organismos, cubren la superficie de las vías afectadas con una ligera capa de salmuera (mezcla de sal y agua).
Así actúa la sal de la carretera
La explicación química es que, al añadir sal o cloruro sódico (NaCl) al agua, su temperatura de congelación baja en función de la concentración salina. Es decir, cuanta más cantidad de sal se añada al agua más frio deberá hacer para que se congele.
Sin embargo, esta propiedad de la sal para fundir las placas de hielo tiene sus límites ya que, a partir de temperaturas extremas de 10º negativos, el fenómeno se vuelve muy lento en la práctica y ya no resulta efectivo. En esas condiciones, como ocurre en países muy fríos, el producto utilizado requiere añadir otros elementos como calcio o magnesio para rebajar aún más el punto de congelación.
Por norma, el uso preventivo de sal en las carreteras se suele aplicar cuando las temperaturas anuncian valores entre 2º y 8º negativos. Y el producto utilizado es especial: una salmuera preparada que reduce la cantidad de producto necesario, favorece su aspersión y resulta más efectiva al actuar más rápido que la sal por si sola.
La sal perjudica a tu coche: qué hacer para evitarlo
La ventaja en cuanto a seguridad de expandir sal durante las heladas se convierte en un inconveniente a medio plazo para la mecánica de los vehículos, así como para la carrocería, pues después de transitar por carreteras cubiertas de sal quedan manchados por una capa de suciedad muy corrosiva que puede llegar a deteriorar la pintura e incluso la chapa provocando su oxidación.
En las motos el efecto es incluso más devastador, ya que muchos de sus componentes se encuentran muy expuestos a la acción de la sal.
Y la sal también puede afectar a los frenos, provocando un funcionamiento anómalo de este importante elemento con la aparición de vibraciones, ruidos, endurecimiento del pedal e incluso desviando la dirección del coche durante las frenadas.
Para evitar estas situaciones y prevenir males mayores no queda más recurso que redoblar los cuidados de limpieza general para eliminar cualquier rastro de sal de nuestro vehículo.
Cada vez que se haya viajado por una vía donde se haya esparcido sal será necesario lavar el coche lo antes posible con agua dulce a presión para evitar incrustaciones de cristales de sal sobre la carrocería y las piezas metálicas.
Algunos talleres de lavado disponen de instalaciones especiales para limpiar a conciencia el chasis y los bajos del vehículo, donde existen numerosos huecos de difícil acceso y donde se puede depositar mucha cantidad de sal a lo largo del invierno.
Y no estará de más salvaguardar la carrocería aplicándole algún producto específico, como las ceras protectoras, que aíslan la pintura del agua y la suciedad.
La otra ‘cara’ de la sal de la carretera
Pero extender sal sobre el asfalto presenta también inconvenientes medio ambientales. Actualmente más de la mitad de la producción mundial de esta substancia se destina al mantenimiento de las carreteras al ser el sistema más barato para fundir el hielo con un precio aproximado de unos 90 euros la tonelada.
La cantidad de sal de deshielo utilizada en el mundo es enorme, unos 30 millones de toneladas, y la polución salina genera anualmente un importante impacto en las cunetas de las carreteras que se extiende después a las aguas superficiales colindantes y de ellas pasa a las corrientes subterráneas.
El problema ha propiciado la aparición de otros productos alternativos, unos compuestos orgánicos biodegradables a base de ácido fórmico (formiatos) mezclados con sodio o potasio, que ya se utilizan en Finlandia y Canadá pero que resultan mucho más caros que la sal tradicional.
Y en los aeropuertos se utiliza con la misma finalidad un aceite vegetal a base de colza que cumple con eficacia las funciones de deshielo, pero sin atacar a las piezas metálicas y la fibra de carbono de los aviones al ser mucho menos corrosivo que los anteriores.