En un coche la seguridad debe ser lo primero. Sin embargo, hay otros aspectos importantes como puede ser la comodidad y la del resto de pasajeros. En este sentido, hay elementos básicos que juegan un importante doble papel como es el caso del amortiguador y que afectan directamente a aspectos como la suspensión, la dirección o la frenada.
Por tanto, debes saber que los amortiguadores tienen una gran relevancia tanto en la seguridad y la estabilidad de tu vehículo, y que se unen a asegurarnos un buen nivel de confort ante la conducción del vehículo.
Qué es un amortiguador
Más allá de ser un elemento mecánico del coche ubicado entre las ruedas y el chasis, el amortiguador permite la absorción de la energía de desplazamiento a la hora de, por ejemplo, que la rueda pase por encima de un bache, o haya un movimiento descontrolado que produzca un cambio en el peso del vehículo.
Su principal función es la de controlar los movimientos del coche a causa de las irregularidades que haya en el terreno sobre el que circulemos (carretera, camino sin asfaltar…). Es decir, como veníamos diciendo, los baches u obstáculos que te encuentras durante la conducción.
Debes saber que sin un amortiguador es muy difícil controlar un coche en una curva, al frenar… No en vano, los amortiguadores permiten una mayor adherencia al vehículo.
Cuántos tipos hay
Existen diferentes tipos de amortiguadores según su uso y según los avances tecnológicos que hemos ido viviendo en el mundo de la mecánica. Por lo general, podríamos hablar de amortiguadores hidráulicos, hidráulicos con válvulas, monotubo, y de doble tubo.
Hoy en día estos últimos, los amortiguadores de doble tubo, son los más comunes en los coches.
¿Y cuándo toca cambiarlos?
No existe una respuesta única, pues depende del nivel de desgaste, y este a su vez depende de nuestro estilo de conducción, del terreno que recorramos de forma habitual o de la calidad de los amortiguadores de nuestro vehículo.
No obstante, se recomienda una revisión cada 20.000 kilómetros para poder detectar pequeñas carencias como una pérdida del aceite del amortiguador o alguna otra avería que produce un sobredesgaste.
Como norma general, conviene cambiar los amortiguadores cada cinco años o cada 60.000 km, aunque estos plazos se alargarían si solemos ir siempre por autovía sin someter a los amortiguadores a mucho esfuerzo.
También podría variar si vivimos en zonas de montaña o de costa, con climas húmedos o donde hay salitre, pues la oxidación y la sal podrían ir deteriorando a un ritmo más rápido nuestros amortiguadores. De hecho, la aparición de óxido, así como las fugas de aceite en los amortiguadores, son los dos elementos visuales más evidentes de que va siendo hora de sustituirlos.